Este mal afecta en su mayor parte a profesionales con altos puestos de entre 35 y 40 años. Utilizan el empleo en forma compulsiva para evitar problemas afectivos en la familia o en la pareja.
Los “adictos al trabajo” o workaholics –término que nace en Estados Unidos a partir de su asociación con el término alcoholic- son personas que utilizan su empleo como una manera de escapar de lo temido y transformar su casa en otra oficina.
A diferencia de otras dependencias, la adicción al trabajo logra un consenso familiar y social que –de alguna manera. Parece disculpar o por lo menos encubrir esta alteración.
”El trabajo está valorado y supone sacrificio generoso y altruista para la subsistencia y progreso familiar. La presión social para conseguir el éxito, el exceso de ambición y la incapacidad para establecer un orden de prioridades entre sus obligaciones laborales son algunas de las principales causas que –sumadas a conflictos afectivos familiares o de pareja determinan la aparición de esta patología”, explicó el doctor Jorge Franco, jefe de Consultorios Externos del Departamento de Salid Mental del Hospital de Clínicas.
La adicción al trabajo como patología comienza a ser estudiada a partir de los años ochenta con el advenimiento de los yuppies. Un antecedente de esta enfermedad es el síndrome de Karoshi (o síndrome de Fatiga Crónica). La muerte por Karoshi es repentina y sobreviene como consecuencia de una hemorragia cerebral o insuficiencia cardiaca o respiratoria debido al exceso de fatiga que produce hipertensión.
Si bien los psicólogos y estudiosos de las relaciones del trabajo indican que este tipo de compulsión afecta indistintamente a los hombres y mujeres, se cree que la mujer logra escapar a esta trampa por su inclinación natural al cuidado de los hijos y la familia.
El perfil del adicto al trabajo es el de un profesional liberal muy perfeccionista, de alto rango y afán del éxito. Se trata de una persona ambiciosa e individualista, con grandes dificultades va desde los 35 a 40 años y se ubica especialmente en la clase media-alta. Afecta a hombres de negocios, médicos, abogados y economistas.
Los “adictos al trabajo” o workaholics –término que nace en Estados Unidos a partir de su asociación con el término alcoholic- son personas que utilizan su empleo como una manera de escapar de lo temido y transformar su casa en otra oficina.
A diferencia de otras dependencias, la adicción al trabajo logra un consenso familiar y social que –de alguna manera. Parece disculpar o por lo menos encubrir esta alteración.
”El trabajo está valorado y supone sacrificio generoso y altruista para la subsistencia y progreso familiar. La presión social para conseguir el éxito, el exceso de ambición y la incapacidad para establecer un orden de prioridades entre sus obligaciones laborales son algunas de las principales causas que –sumadas a conflictos afectivos familiares o de pareja determinan la aparición de esta patología”, explicó el doctor Jorge Franco, jefe de Consultorios Externos del Departamento de Salid Mental del Hospital de Clínicas.
La adicción al trabajo como patología comienza a ser estudiada a partir de los años ochenta con el advenimiento de los yuppies. Un antecedente de esta enfermedad es el síndrome de Karoshi (o síndrome de Fatiga Crónica). La muerte por Karoshi es repentina y sobreviene como consecuencia de una hemorragia cerebral o insuficiencia cardiaca o respiratoria debido al exceso de fatiga que produce hipertensión.
Si bien los psicólogos y estudiosos de las relaciones del trabajo indican que este tipo de compulsión afecta indistintamente a los hombres y mujeres, se cree que la mujer logra escapar a esta trampa por su inclinación natural al cuidado de los hijos y la familia.
El perfil del adicto al trabajo es el de un profesional liberal muy perfeccionista, de alto rango y afán del éxito. Se trata de una persona ambiciosa e individualista, con grandes dificultades va desde los 35 a 40 años y se ubica especialmente en la clase media-alta. Afecta a hombres de negocios, médicos, abogados y economistas.
Entre los factores de riesgo que conducen a esta adicción se pueden nombrar.
- Las presiones económicas familiares y el temor a perder el trabajo.
- La enorme competitividad que existe en el mercado laboral, en donde es más valorado el que lo deja todo por el trabajo, que el que cumple con su horario establecido ya.
- La fuerte necesidad de conseguir éxito y el puesto deseado.
- La incapacidad para negarse ante un jefe sobre peticiones que pueden bien posponerse para el día siguiente.
- El temor a los jefes, cuando estos son prepotentes, exageradamente exigentes y amenazan constantemente a la persona con perder su empleo.
- La falta o mala organización, que permite la acumulación y sobresaturación del trabajo.
- El ambiente familiar que se enfoca más a la desintegración y a los problemas familiares que “obligan” a muchas personas a no querer llegar a su casa.
- La ambición excesiva por el poder, el prestigio a las posesiones.
- La incapacidad para establecer prioridades.
- La falta de afectos personales que se suplen con el trabajo.
- La educación familiar que impone a los hombres sobre todo, el cubrir con el rol de proveedor de su familia.
- La presión de muchas mujeres cuya meta es solamente el sacar adelante a los hijos e hijas.
- La presión de la sociedad para que los hijos sean independientes.
- Las presiones económicas familiares y el temor a perder el trabajo.
- La enorme competitividad que existe en el mercado laboral, en donde es más valorado el que lo deja todo por el trabajo, que el que cumple con su horario establecido ya.
- La fuerte necesidad de conseguir éxito y el puesto deseado.
- La incapacidad para negarse ante un jefe sobre peticiones que pueden bien posponerse para el día siguiente.
- El temor a los jefes, cuando estos son prepotentes, exageradamente exigentes y amenazan constantemente a la persona con perder su empleo.
- La falta o mala organización, que permite la acumulación y sobresaturación del trabajo.
- El ambiente familiar que se enfoca más a la desintegración y a los problemas familiares que “obligan” a muchas personas a no querer llegar a su casa.
- La ambición excesiva por el poder, el prestigio a las posesiones.
- La incapacidad para establecer prioridades.
- La falta de afectos personales que se suplen con el trabajo.
- La educación familiar que impone a los hombres sobre todo, el cubrir con el rol de proveedor de su familia.
- La presión de muchas mujeres cuya meta es solamente el sacar adelante a los hijos e hijas.
- La presión de la sociedad para que los hijos sean independientes.
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